domingo, 23 de agosto de 2015

Los milagros sucedieron, suceden y seguirán sucediendo para los que tienen Fe

MILAGROS

Definición
Etim: Latín miraculum, milagro, maravilla.

Un milagro es un efecto perceptible a los sentidos que sobrepasa los poderes de la naturaleza y de todo ser creado. Es por lo tanto una acción que solo puede ser de Dios y tiene como fin dar testimonio de la verdad. Dios actúa gratuitamente por amor para dar un signo o mensaje al hombre y una llamada a la conversión.

La creación está siempre bajo la guía providente de Dios. El generalmente realiza su obra valiéndose de las leyes que El mismo puso en la naturaleza, pero no está limitado a ellas.

Las Sagradas Escrituras, ya desde el Antiguo Testamento nos relatan muchos milagros (Moisés divide las aguas, Ex 14:21). Los mas importantes son los que hizo Jesucristo. Sus milagros manifiestan que El es verdaderamente Dios, ya que los hacía con su propio poder.

Discernimiento sobre Milagros
Padre Jordi Rivero
La Iglesia Católica cree que Dios hace milagros y que son signos de su amor y de su poder infinito sobre todas las cosas.
No solo hizo Dios milagros en tiempos bíblicos sino que suceden en la actualidad. "También hoy se obran milagros y en cada uno de ellos se dibuja el rostro del Hijo del hombre-Hijo de Dios y se afirma en ellos un don de gracia y de salvación" (Juan Pablo II, Audiencia general de SS Juan Pablo II, 18 de noviembre, de 1987>>>).
No debe confundirse un milagro con los efectos de la gracia santificante. Se le llama milagro cuando es un efecto perceptible por los sentidos que sobrepasa las leyes naturales.
Dios pone al alcance de cada uno todas las gracias necesarias para salvarse sin necesidad de milagros particulares para cada persona. Los milagros, cuando Dios los concede, son un fenómeno extraordinario que recibimos con gratitud y que nos beneficia si nos dispone para recibir gracias.
Los creyentes son libres para dar testimonio prudente de lo que han visto y oído. Pueden dar su opinión si consideran que se trata de un milagro, pero sujetos a la palabra final de la Iglesia.
El reconocimiento de un milagro por parte de la Iglesia solo lo puede otorgar la jerarquía. Esto ocurre tras una investigación rigurosa en la que intervienen expertos en la materia (médicos, científicos, tanto como teólogos).
La Iglesia no pretende investigar ni aprobar todos los milagros. Dios sin embargo ha querido que algunos milagros sean reconocidos por la Iglesia para confirmar una verdad. Ejemplos: Milagros que nos recuerdan la realidad sobre la Eucaristía, milagros asociados con alguna aparición mariana (ver Fátima), milagros que confirman la santidad de una persona en el proceso de canonización, etc.
Los milagros no se pueden ni programar, ni exigir. La fe del ministro o del enfermo no obliga a Dios a hacer un milagro. Si el milagro no ocurre no se debe concluir que el ministro o el enfermo tienen poca fe. ¿Acaso no habrá la Virgen María orado por protección para su Hijo contra toda agresión de sus enemigos? Sin embargo El murió en la cruz; ¿Acaso no rezó Jesús el Jueves Santo "aleja de mi este cáliz"?. Sin embargo Jesús murió en la cruz. Igualmente nosotros debemos abrazar la voluntad de Dios aunque sea contraria a nuestras expectaciones, aunque no se nos de el milagro que esperamos.
Los milagros tienen como propósito verificar la obra de Dios. Así los "milagros, prodigios y señales", como el mismo Jesús les había prometido (cfr. Hech 2, 22).
Un milagro puede ser anunciado por los mensajeros de Dios (la Virgen, santos, ángeles). Pero cuidado: El demonio puede engañarcon apariencias de milagro para arrastrar al error. Es mas, el demonio puede rodear esos fenómenos de apariencias piadosas para confundir. Es por eso la importancia de la aprobación de la Iglesia antes de guiarse por mensajes relacionados con milagros. La historia demuestra que los impostores abundan.
Los verdaderos discípulos de Cristo no hacen alarde de sus milagros sino mas bien imitan la humildad del Maestro. Esa humildad se prueba en la disponibilidad de abrazar la cruz. "Dijo Jesús a sus discípulos: ´´Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame´´" -Mateo 16,24. La gloria del Cristiano es la cruz: "Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles" -I Corintios 1,23.
Dios permite el sufrimiento de los santos y en la mayoría de los casos no hace el milagro sino que los ayuda a crecer en santidad por medio del sufrimiento. Veamos el ejemplo de San Pablo. Dios hizo milagros por medio de el, sin embargo el mismo Pablo sufrió mucho sin recibir curación: "Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. -II Corintios 12,7-9

Milagros de Jesús
Los milagros de Jesús pueden dividirse en cinco grupos: 1 -Sobre la naturaleza, 2-De curación física, 3-De liberación demoníaca, 4-Victorias sobre voluntades hostiles y 5- Resurrecciones

Milagros sobre la naturaleza: 9
Cambia el agua en vino en Caná (Jn 2).
Primera pesca milagrosa (Lc 5).
Calma la Tempestad (Mt 8; Mc 4; Lc 8).
Primera multiplicación de panes (Mt 14; Mc 6; Lc 9; Jn 6).
Camina sobre las aguas (Mt 14; Mc 6; Jn 6).
Segunda multiplicación de panes (Mt 15; Mc 8).
La moneda aparece en el pez (Mt 17:27).
Maldición de la higuera (Mt 21; Mc 1l).
Segunda pesca milagrosa (Jn 21).

Milagros de curación física

Jesús hizo muchísimas curaciones milagrosas en su vida pública. Hay referencias en los Evangelios a muchas curaciones que no son relatadas en detalle (Mt 4; Lc 4, 6; Mc 6), pero si se relatan 20 curaciones:
El hijo de un funcionario real (Jn 4).
La suegra de Pedro (Mt 8; Mc 1; Lc 4).
El leproso (Mt 8; Mc 1; Lc 5).
El paralítico (Mt 9; Mc 2; Lc 5).
El paralítico de Betesda (Jn 5).
Hombre de la mano paralizada (Mt 12; Mc 3; Lc 6).
El sirviente del Centurión (Mt 8; Lc 7).
El ciego (Mt 12; Lc 11).
La Hemorroísa (Mt 9; Mc 5; Lc 8).
Dos ciegos (Mt 9).
Endemoniado mudo (Mt 9).
El sordomudo (Mc 7).
Ciego de Betesda (Mc 8).
Niño lunático (Mt 17; Mc 9; Lc 9).
Ciego de nacimiento (Jn 9).
Mujer encorvada por espíritu inmundo (Lc 13:10-13).
Hombre hidrópico (Lc 14:1-4).
Diez leprosos (Lc 17).
Ciego de Jericó (Mt 20; Mc 10; Lc 18).
El siervo que perdió la oreja (Lc 22:51).

Milagros de liberación de endemoniados (exorcismos con manifestaciones físicas).
Las formulas generales para exorcizar (Mc 1) y el pasaje de Mt 8: 16 -"le trajeron muchos endemoniados"- demuestran que endemoniados eran numerosos en la vida pública de Jesús. Algunos casos fueron contados con detalle. Algunos de estos incluyen también curación física y por eso aparecen en la lista de arriba.
Endemoniado en Capernaum (Mc 1; Lc 4).
Sordomudo (Mt 12; Lc 1 l).
Geraseno (Mt 8; Mc 5; Lc 5).
Endemoniado mudo (Mt 9).
Hija de la mujer Syro-Fenicia (Mt 15; Mc 7).
Niña lunática (Mt 17; Mc 9; Lc 9).
Mujer encorvada por espíritu inmundo (Lc 13:10-13).

Victoria de Jesús sobre voluntades hostiles
En algunos casos en los que Jesucristo ejerció poder extraordinario sobre sus enemigos no está claro si fue por intervención de poder divino o por los efectos naturales de la ascendencia de su extraordinaria voluntad humana sobre la de aquellos hombres. En Jn7:30, 44; 8:20 los judíos no lo arrestan porque la hora no había llegado. En Jn 8:59, no lo arrestan porque se escondió. Hay dos casos en que parece que se trata del ejercicio de su poder: 1.Cuando saca los vendedores del Templo (Jn 2; Mt 21; Mc 11; Lc 19); 2. El episodio de su escape de la turba hostil en Nazaret (Lc 4).

Resurrecciones
Jesús respondió a los enviados de Juan Bautista: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva" (Mt 11; Lc 7). La forma general en que habla de resurrecciones hace pensar que Jesús resucitó a muchos mas de los tres que no aparecen en el Evangelio:

Hija de Jairo (Mt 9; Mc 5; Lc 5).
Hijo de la viuda de Naim (Lc 7).
Lázaro (Jn 11).

Milagros por intercesión de la Virgen

El primer milagro que nos relata el Evangelio, Las Bodas de Caná (Jn 2), ocurrió por intercesión de la Virgen María. La Virgen también estaba con los Apóstoles en Pentecostés, cuando se derramó el Espíritu Santo y se dieron muchos portentos milagrosos. La intercesión de la Virgen no se ha interrumpido en la historia de la Iglesia, mas bién en estos últimos tiempos está en aumento como lo demuestran apariciones y milagros por todo el mundo. La Iglesia no aprueba oficialmente sino unas pocas, pero estas son suficientes para demostrar que La Virgen María sigue haciendo milagros.

Ver: Los milagros de Lourdes, El Milagro del Sol en Fátima, La Rosa Mística... Sección de apariciones Marianas

PREGUNTA
Imágenes milagrosas
Estimado Padre,
Tomando en cuenta que las imágenes no son sino una representación de un santo, de María, o de Cristo; y que sólo nos han de animar a seguir al Camino llevando vidas ejemplares y confiando en la intercesión de aquellos a los que representan, ¿es correcto decir "la milagrosa imagen de "x" santo"?

RESPUESTA:
A una imagen se le llama "milagrosa" cuando es el instrumento escogido por Dios para hacer milagros. Aunque Dios no necesita instrumentos, ha querido asociar a los hombres en su obra. Las imágenes representan a la persona. Si una imagen de la Virgen es milagrosa es porque María fue el instrumento escogido por Dios. Ya en el A.T. hay muchos ejemplos, entre ellos el cayado milagroso de Moisés (cf. Ex. 7,10), El manto de Elías (cf. II Reyes, 2,8). El cayado y el manto eran milagrosos por asociación a los hombres que lo utilizaban. Estos hombres fueron escogidos por Dios.

Razones por llamar "milagrosa" a una imagen:
1- Su origen es milagroso. Por ejemplo: La Imagen de la Virgen de Guadalupe ha sido sometida a la ciencia y se ha demostrado que no es obra humana. Ver: Santuario Guadalupe
2- En algún momento de su historia o en la actualidad la imagen se ha manifestado milagrosamente. Ejemplo: La Imagen de la Virgen de Guadalupe es un milagro que continúa ya que la tilma debía haberse desintegrado hace siglos. En ella se manifiestan varios milagros actualesVer>>.
3- La imagen es instrumento de Dios para hacer milagros. Aunque Dios no necesita instrumentos, se puede valer de ellos para hacer milagros. Ejemplo: Dios tomó polvo para hacer el hombre (cf. Gn 2,7), Jesús tomó saliva para curar al ciego (cf.Mc 7,33). En nuestro tiempo, varias imágenes de la Virgen Maria han llorado lágrimas y sangre. Otras imágenes milagrosa señalan la presencia de la Virgen que consigue de Dios grandes milagros. Ejemplo: Las bodas de Caná (cf. Jn 2). Una imagen milagrosa es la de "Salus Populi Romani", Roma.

Milagro de Gracia
Una extraordinaria conversión repentina e inesperada, de la ignorancia a la fe, de la duda a la certeza, del pecado a la santidad. No es por causas naturales sino por la intervención de la gracia divina, especial e inmerecida, mas allá de la obra ordinaria de la Providencia.

Ejemplos: San Pablo; Ratisbone.

EL MILAGRO EN LA CATEQUESIS DEL PAPA

El Milagro: Manifestación del poder divino de Jesucristo
Audiencia general de SS Juan Pablo II, 18 de noviembre, de 1987.

1. Si observamos atentamente los "milagros, prodigios y señales" con que Dios acreditó la misión de Jesucristo, según las palabras pronunciadas por el Apóstol Pedro el día de Pentecostés en Jerusalén, constatamos que Jesús, al obrar estos milagros y señales, actuó en nombre propio, convencido de su poder divino, y, al mismo tiempo, de la más íntima unión con el Padre.

Nos encontramos, pues, todavía y siempre, ante el misterio del "Hijo del hombre - Hijo de Dios", cuyo Yo transciende todos los límites de la condición humana, aunque a ella pertenezca por libre elección, y todas las posibilidades humanas de realización e incluso de simple conocimiento.

2. Una ojeada a algunos acontecimientos particulares; presentados por los Evangelistas, nos permite darnos cuenta de la presencia arcana en cuyo nombre Jesucristo obra sus milagros. Helo ahí cuando, respondiendo a las súplicas de un leproso, que le dice: "Si quieres, puedes limpiarme", El, en su humanidad, "enternecido", pronuncia una palabra de orden que, en un caso como aquél, corresponde a Dios, no a un simple hombre:"Quiero, sé limpio. Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio" (cfr. Mc 1, 40-42).

Algo semejante encontramos en el caso del paralítico que fue bajado por un agujero realizado en el techo de la casa: "Yo te digo... levántate, toma tu camilla y vete a tu casa" (cfr. Mc 2, 11-12). Y también: en el caso de la hija de Jairo leemos que "El (Jesús)...tomándola de la mano, le dijo: «Talitha qumi», que quiere decir: «Niña, a ti te lo digo, levántate». Y al instante se levantó la niña y echó a andar" (Mc 5, 41-42). En el caso del joven muerto de Naín: "Joven, a ti te hablo, levántate. Sentóse el muerto y comenzó a hablar" (Lc 7, 14-15).

¡En cuántos de estos episodios vemos brotar de la palabras de Jesús la expresión de una voluntad y de un poder al que El se apela interiormente y que expresa, se podría decir, con la máxima naturalidad, como si perteneciese a su condición más íntima, el poder de dar a los hombres la salud, la curación e incluso la resurrección y la vida!

3. Un atención particular merece la resurrección de Lázaro, descrita detalladamente por el cuarto Evangelista. Leemos: "Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que Tú me has enviado. Diciendo esto, gritó con fuerte voz Lázaro, sal fuera. Y salió el muerto" (Jn 11, 41-44).

En la descripción cuidadosa de este episodio se pone de relieve que Jesús resucitó a su amigo Lázaro con el propio poder y en unión estrechísima con el Padre. Aquí hallan su confirmación las palabras de Jesús: "Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también" (Jn 5,17), y tiene una demostración, que se puede decir preventiva, lo que Jesús dirá en el Cenáculo, durante la conversación con los Apóstoles en la última Cena, sobre sus relaciones con el Padre y, más aún, sobre su identidad sustancial con El.

4. Los Evangelios muestran con diversos milagros y señales cómo el poder divino que actúa en Jesucristo se extiende más allá del mundo humano y se manifiesta como poder de dominio también sobre las fuerzas de la naturaleza.

Es significativo el caso de la tempestad calmada: "Se levantó un fuerte vendaval". Los Apóstoles pescadores asustados despiertan a Jesús que estaba durmiendo en la barca. El "despertado, mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma... Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?" (cfr. Mc 4, 37-41). En este orden de acontecimientos entran también las pescas milagrosas realizadas, por la palabra de Jesús (in verbo tuo), después de intentos precedentes malogrados (cfr. Lc 5, 4:6; Jn 21, 3:6).

Lo mismo se puede decir, por lo que respecta a la estructura del acontecimiento, del "primer signo" realizado en Caná de Galilea, donde Jesús ordena a los criados llenar las tinajas de agua y llevar después "el agua convertida en vino' al maestresala" (cfr. Jn 2, 7-9). Como en las pescas milagrosas, también en Caná de Galilea, actúan los hombres: los pescadores, apóstoles en un caso, los criados de las bodas en otro, pero está claro que el efecto extraordinario de a acción no proviene de ellos, sino de Aquel que les ha dado la orden de actuar y que obra con su misterioso poder divino. Esto queda confirmado por la reacción de los Apóstoles, y particularmente de Pedro, que después de la pesca milagrosa "se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un pecador" (Lc 5,8). Es uno de tantos casos de emoción que toma la forma de temor reverencial o incluso miedo, ya sea en los Apóstoles, como Simón Pedro, ya sea en la gente, cuando se sienten acariciados por el ala del misterio divino.

5. Un día, después de a ascensión, se sentirán invadidos por un "temor" semejante los que vean los "prodigios y señales" realizados "por los Apóstoles" (cfr. Hech 2, 43). Según el libro de los Hechos, la gente sacaba "a las calles los enfermos, poniéndolos en lechos y camillas, para que, llegando Pedro, siquiera su sombra los cubriese"(Hech 5, 15). Sin embargo, estos "prodigios y señales", que acompañaban los comienzos de la Iglesia apostólica, eran realizados por los Apóstoles no en nombre propio, sino en el nombre de Jesucristo, y eran una confirmación ulterior de su poder divino.

Uno queda impresionado cuando lee la respuesta y el mandato de Pedro al tullido que le pedía una limosna junto a la puerta del templo de Jerusalén: "No tengo oro ni plata; lo que tengo, eso te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, anda. Y tomándole de la diestra, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolidaron" (Hech 3, 6-7). O, lo que es lo mismo, Pedro dice a un paralítico de nombre Eneas: "Jesucristo te sana; levántate y toma tu camilla. Y al punto se irguió" (Hech 9, 34).

También el otro Príncipe de los Apóstoles, Pablo, cuando recuerda en la Carta a los Romanos lo que él ha realizado "como ministro de Cristo entre los paganos", se apresura a añadir que en aquel ministerio consiste su único mérito: "No me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado por mí para la obediencia (de la fe) de los gentiles, de obra o de palabra, mediante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu Santo" (15, 17-19).

6. En la Iglesia de los primeros tiempos, y especialmente esta evangelización del mundo llevada a cabo por los Apóstoles, abundaron estos "milagros, prodigios y señales", como el mismo Jesús les había prometido (cfr. Hech 2, 22). Pero se puede decir que éstos se han repetido siempre en la historia de la salvación, especialmente en los momentos decisivos para la realización del designio de Dios. Así fue ya en el Antiguo Testamento con relación al Éxodo de Israel de la esclavitud de Egipto y a la marcha hacia la tierra prometida, bajo la guía de Moisés. Cuando, con la encarnación del Hijo de Dios, llegó "la plenitud de los tiempos" (Gal 4, 4), estas señales milagrosas del obrar divino adquieren un valor nuevo y una eficacia nueva por a autoridad divina de Cristo y por la referencia a su Nombre (y, por consiguiente, a su verdad, a su promesa, a su mandato, a su gloria) por el que los Apóstoles y tantos santos los realizan en la Iglesia.

También hoy se obran milagros y en cada uno de ellos se dibuja el rostro del Hijo del hombre-Hijo de Dios y se afirma en ellos un don de gracia y de salvación.

Los Milagros: Signos del Amor de Dios
Audiencia general de SS Juan Pablo II el 9 de diciembre, de 1987.

1. "Signos" de la omnipotencia divina y del poder salvífico del Hijo del hombre, los milagros de Cristo --narrados en los Evangelios-- son también la revelación del amor de Dios hacia el hombre, particularmente hacia el hombre que sufre, que tiene necesidad, que implora la curación, el perdón, la piedad. Son, pues, "signos" del amor misericordioso proclamado en el Antiguo y Nuevo Testamento (cfr. Encíclica Dives in misericordia).

Especialmente, la lectura del Evangelio nos hace comprender y casi "sentir" que los milagros de Jesús tienen su fuente en el corazón amoroso y misericordioso de Dios que vive y vibra en su mismo corazón humano. Jesús los realiza para superar toda clase de mal existente en el mundo: el mal físico, el mal moral, es decir, el pecado, y, finalmente, a aquél que es "padre del pecado" en la historia del hombre: a Satanás.

Los milagros, por tanto, son "para el hombre". Son obras de Jesús que, en armonía con la finalidad redentora de su misión, restablecen el bien allí donde se anida el mal, causa de desorden y desconcierto. Quienes los reciben, quienes los presencian se dan cuenta de este hecho, de tal modo que, según San Marcos, "...sobremanera se admiraban, diciendo: «'Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oír y a los mudos hablar»!" (Mc 7, 37: 2).

Un estudio atento de los textos evangélicos nos revela que ningún otro motivo, a no ser el amor hacia el hombre, el amor misericordioso, puede explicar los "milagros y señales" del Hijo del hombre. En el Antiguo Testamento, Elías se sirve del "fuego del cielo" para confirmar su poder de profeta y castigar la incredulidad (cfr. 2 Re 1, 10). Cuando los Apóstoles Santiago y Juan intentan inducir a Jesús a que castigue con "fuego del cielo" a una aldea samaritana que les había negado hospitalidad, El les prohibió decididamente que hicieran semejante petición. Precisa el Evangelista que, "volviéndose Jesús, los reprendió" (Lc 9, 55). (Muchos códices y la Vulgata añaden: "Vosotros no sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del hombre no ha venido a perder las almas de los hombres, sino a salvarlas"). Ningún milagro ha sido realizado por Jesús para castigar a nadie, ni siquiera los que eran culpables.

3. Significativo a este respecto es el detalle relacionado con el arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní. Pedro se había prestado a defender al Maestro con la espada, e incluso "hirió a un siervo del pontífice, cortándole la oreja derecha. Este siervo se llamaba Malco" (Jn 18, 10). Pero Jesús le prohibió empuñar la espada. Es más, "tocando la oreja, lo curó" (Lc 22, 51).Es esto una confirmación de que Jesús no se sirve de la facultad de obrar milagros para su propia defensa. Y confía a los suyos que no pide al Padre que le mande "más de doce legiones de ángeles" (cfr. Mt 26, 53) para que lo salven de las insidias de sus enemigos.

Todo lo que El hace, también en la realización de los milagros, lo hace en estrecha unión con el Padre. Lo hace con motivo del reino de Dios y de la salvación del hombre. Lo hace por amor.

4. Por esto, y al comienzo de su misión mesiánica, rechaza todas las "propuestas" de milagros que el Tentador le presenta, comenzando por la del trueque de las piedras en pan (cfr. Mt 4, 31). El poder de Mesías se le ha dado no para fines que busquen sólo el asombro o al servicio de la vanagloria. El que ha venido "para dar testimonio de la verdad"(Jn 18, 37), es más, el que es "la verdad" (cfr. Jn 14, 6), obra siempre en conformidad absoluta con su misión salvífica.

Todos sus "milagros y señales" expresan esta conformidad en el cuadro del "misterio mesiánico" del Dios que casi se ha escondido en la naturaleza de un Hijo del hombre, como muestran los Evangelios, especialmente el de Marcos. Si en los milagros hay casi siempre un relampagueo del poder divino, que los discípulos y la gente a veces logran aferrar, hasta el punto de reconocer y exaltar en Cristo al Hijo de Dios, de la misma manera se descubre en ellos la bondad, la sobriedad y la sencillez, que son las dotes más visibles del "Hijo del hombre".

5. El mismo modo de realizar los milagros hace notar la gran sencillez, y se podría decir humildad, talante, delicadeza de trato de Jesús. Desde este punto de vista pensemos, por ejemplo, en las palabras que acompañan a la resurrección de la hija de Jairo: "La niña no ha muerto, duerme" (Mc 5 39), como si quisiera "quitar importancia" al significado de lo que iba a realizar. Y, a continuación, añade: "Les recomendó mucho que nadie supiera aquello" (Mc 5, 43).

Así hizo también en otros casos, por ejemplo, después de la curación de un sordomudo (Mc 7, 36), y tras la confesión de fe de Pedro (Mc 8, 29-30). Para curar al sordomudo es significativo el hecho de que Jesús lo tomó "aparte, lejos de la turba". Allí, "mirando al cielo, suspiró". Este "suspiro" parece ser un signo de compasión y, al mismo tiempo, una oración. La palabra "efeta" ("¡abrete!") hace que se abran los oídos y se suelte "la lengua" del sordomudo (cfr. 7, 33:35).

6. Si Jesús realiza en sábado algunos de sus milagros, lo hace no para violar el carácter sagrado del día dedicado a Dios sino para demostrar que este día santo está marcado de modo particular por la acción salvífica de Dios. "Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también" (Jn 5, 17). Y este obrar es para el bien del hombre; por consiguiente, no es contrario a la santidad del sábado, sino que más bien la pone de relieve: "El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado. Y el dueño el sábado es el Hijo del hombre" (Mc 2, 27-28).

7. Si se acepta la narración evangélica de los milagros de Jesús (y no hay motivos para no aceptarla, salvo el prejuicio contra lo sobrenatural) no se puede poner en duda una lógica única, que une todos estos "signos" y los hace emanar de su amor hacia nosotros, de ese amor misericordioso que con el bien vence al mal, cómo demuestra la misma presencia y acción de Jesucristo en el mundo. En cuanto que están insertos en esta economía, los "milagros y señales" son objeto de nuestra fe en el plan de salvación de Dios y en el misterio de la redención realizada por Cristo. Como hecho, pertenecen a la historia evangélica, cuyos relatos son creíbles en la misma y aún en mayor medida que los contenidos en otras obras históricas. Está claro que el verdadero obstáculo para aceptarlos como datos ya de historia ya de fe, radica en el prejuicio anti-sobrenatural al que nos hemos referido antes. Es el prejuicio de quien quisiera limitar el poder de Dios o restringirlo al orden natural de las cosas, casi como una auto-obligación de Dios a ceñirse a sus propias leyes. Pero esta concepción choca contra la más elemental idea filosófica y teológica de Dios, Ser infinito, subsistente y omnipotente, que no tiene límites, si no en el no-ser y, por tanto, en el absurdo.

Como conclusión de esta catequesis resulta espontáneo notar que esta infinitud en el ser y en el poder es también infinitud en el amor, como demuestran los milagros encuadrados en la economía de la Encarnación y en la Redención. Son "signos" del amor misericordioso por el que Dios ha enviado al mundo a su Hijo para que todo el que crea en El no perezca, generoso con nosotros hasta la muerte. "Sic dilexit!" (Jn 3, 16) Que a un amor tan grande no falte la respuesta generosa de nuestra gratitud, traducida en testimonio coherente de los hechos.

Milagros: Un llamado a la Fe
Audiencia general de SS Juan Pablo II el 16 de diciembre, de 1987.

1. Los "milagros y los signos" que Jesús realizaba para confirmar su misión mesiánica y la venida del reino de Dios, están ordenados y estrechamente ligados a la llamada a la fe. Esta llamada con relación al milagro tiene dos formas: la fe precede al milagro, más aún, es condición para que se realice; la fe constituye un efecto del milagro, bien porque el milagro mismo la provoca en el alma de quienes lo han recibido, bien porque han sido testigos de él.

Es sabido que la fe es una respuesta del hombre a la palabra de la revelación divina. El milagro acontece en unión orgánica con esta Palabra de Dios que se revela. Es una "señal" de su presencia y de su obra, un signo, se puede decir, particularmente intenso. Todo esto explica de modo suficiente el vínculo particular que existe entre los "milagros-signos" de Cristo y la fe: vínculo tan claramente delineado en los Evangelios.

Efectivamente, encontramos en los Evangelios una larga serie de textos en los que la llamada a la fe aparece como un coeficiente indispensable y sistemático de los milagros de Cristo. Al comienzo de esta serie es necesario nombrar las páginas concernientes a la Madre de Cristo con su comportamiento en Caná de Galilea, --y aún antes y sobre todo-- en el momento de la Anunciación. Se podría decir que precisamente aquí se encuentra el punto culminante de su adhesión a la fe, que hallará su confirmación en las palabras de Isabel durante la Visitación: "Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se te he dicho de parte del Señor" (Lc 1, 45).

Sí, María ha creído como ninguna otra persona, porque estaba convencida de que "para Dios nada hay imposible" (Cfr. Lc 1, 37). Y en Caná de Galilea su fe anticipó, en cierto sentido, la hora de la revelación de Cristo. Por su intercesión, se cumplió aquel primer "milagro-signo", gracias al cual los discípulos de Jesús"creyeron en él" (Jn 2, 11). Si el Concilio Vaticano II enseña que María precede constantemente al Pueblo de Dios por los caminos de la fe (cfr. Lumen Gentium, 58 y 63; Redemptoris Mater, 5-6), podemos decir que el fundamento primero de dicha afirmación se encuentra en el Evangelio que refiere los "milagros-signos" en María y por María en orden a la llamada a la fe.

3. Esta llamada se repite muchas veces. Al jefe de la sinagoga, Jairo, que había venido a suplicar que su hija volviese a la vida, Jesús le dice: "No temas, ten sólo fe". (Dice «no temas», porque algunos desaconsejaban a Jairo ir a Jesús) (Mc 5, 36). Cuando el padre del epiléptico pide la curación de su hijo, diciendo: "Pero si algo puedes, ayúdanos...", Jesús le responde: "¡Si puedes! Todo es posible al que cree". Tiene lugar entonces el hermoso acto de fe en Cristo de aquel hombre probado: "¡Creo! Ayuda a mi incredulidad" (cfr. Mc 9, 22-24).

Recordemos, finalmente, el coloquio bien conocido de Jesús con Marta antes de la resurrección de Lázaro:"Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto? Si, Señor, creo..." (cfr. Jn 11, 25-27).

4. El mismo vínculo entre el "milagro-signo" y la fe se confirma por oposición con otros hechos de signo negativo. Recordemos algunos de ellos. En el Evangelio de Marcos leemos que Jesús de Nazaret "no pudo hacer...ningún milagro, fuera de que a algunos pocos dolientes les impuso las manos y los curó. El se admiraba de su incredulidad" (Mc 6, 5)6). Conocemos las delicadas palabras con que Jesús reprendió una vez a Pedro:"Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?". Esto sucedió cuando Pedro, que al principio caminaba valientemente sobre las olas hacia Jesús, al ser zarandeado por la violencia del viento, se asustó y comenzó a hundirse (cfr. Mt 14, 29-31).

5. Jesús subraya más de una vez que los milagros que El realiza están vinculados a la fe. "Tu fe te ha curado", dice a la mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que, acercándose por detrás le había tocado el borde de su manto, quedando sana (cfr. Mt 9, 20-22; Lc 8, 48; Mc 5, 34). Palabras semejantes pronuncia Jesús mientras cura al ciego Bartimeo, que, a la salida de Jericó, pedía con insistencia su ayuda gritando: "¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi!" (cfr. Mc 10, 46-52). Según Marcos: "Anda, tu fe te ha salvado" le responde Jesús. Y Lucas precisa la respuesta: "Ve, tu fe te ha hecho salvo" (Lc 18,42).

Una declaración idéntica hace al Samaritano curado de la lepra (Lc 17, 19). Mientras a los otros dos ciegos que invocan a volver a ver, Jesús les pregunta: "«¿Creéis que puedo yo hacer esto?». «Sí, Señor»... «Hágase en vosotros, según vuestra fe»" (Mt 9, 28-29).

6. Impresiona de manera particular el episodio de la mujer cananea que no cesaba de pedir a ayuda de Jesús para su hija "atormentada cruelmente por un demonio". Cuando la cananea se postró delante de Jesús para implorar su ayuda, El le respondió: "No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos." (Era una referencia a la diversidad étnica entre israelitas y Cananeos que Jesús, Hijo de David, no podía ignorar en su comportamiento práctico, pero a la que alude con finalidad metodológica para provocar la fe). Y he aquí que la mujer llega intuitivamente a un acto insólito de fe y de humildad. Y dice: "Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores". Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús replica: "¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres" (cfr. Mt 15, 21-28).

Es un suceso difícil de olvidar, sobre todo si se piensa en los innumerables "cananeos" de todo tiempo, país, color y condición social que tienden su mano para pedir comprensión y ayuda en sus necesidades!

7. Nótese cómo en la narración evangélica se pone continuamente de relieve el hecho de que Jesús, cuando"ve la fe", realiza el milagro. Esto se dice expresamente en el caso del paralítico que pusieron a sus pies desde un agujero abierto en el techo (cfr. Mc 2, 5; Mt 9, 2; Lc 5, 20). Pero la observación se puede hacer en tantos otros casos que los evangelistas nos presentan. El factor fe es indispensable; pero, apenas se verifica, el corazón de Jesús se proyecta a satisfacer las demandas de los necesitados que se dirigen a El para que los socorra con su poder divino.

8. Una vez más constatamos que, como hemos dicho al principio, el milagro es un "signo" del poder y del amor de Dios que salvan al hombre en Cristo. Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre a la fe. Debe llevar a creer sea al destinatario del milagro sea a los testigos del mismo.

Esto vale para los mismos Apóstoles, desde el primer "signo" realizado por Jesús en Caná de Galilea; fue entonces cuando "creyeron en El" (Jn 2, 11). Cuando, más tarde, tiene lugar la multiplicación milagrosa de los panes cerca de Cafarnaum, con la que está unido el pre-anuncio de la Eucaristía, el evangelista hace notar que "desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían", porque no estaban en condiciones de acoger un lenguaje que les parecía demasiado "duro". Entonces Jesús preguntó a los Doce: '¿Queréis iros vosotros también?'. Respondió Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (cfr. Jn 6, 66-69).

Así, pues, el principio de la fe es fundamental en la relación con Cristo, ya como condición para obtener el milagro, ya como fin por el que el milagro se ha realizado. Esto queda bien claro al final del Evangelio de Juan donde leemos: "Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 30-31).

Tomado de: http://www.corazones.org/diccionario/milagros.htm

Lourdes: 6.800 curaciones extraordinarias y 

67 milagros reconocidos por la Iglesia







Todos los casos han pasado por un largo proceso de fiscalización médica y oficial Una curación se convierte en extraordinaria cuando es inexplicable para la ciencia

Desde que la Virgen se apareciera en Lourdes a Bernardette Soubirous en el invierno de 1858, las curaciones milagrosas no han dejado de sucederse en el santuario de Lourdes. Erigido en honor de la Señora que se reveló ante la sencilla campesina como «la Inmaculada Concepción», al santuario acuden cada año millones de peregrinos y enfermos con la intención de orar y ser curados por la Virgen. Hasta la fecha, casi 7000 personas han sido sanadas de modo extraordinario, y de esos 7000 casos, 66 han sido reconocidos como milagros por la Iglesia tras un largo proceso.

David Amado/Mar Velasco - Madrid.-
Al santuario de Lourdes peregrinan cada año millones de personas. Desde hace 120 años se recogen en el «despacho médico» del santuario los testimonios de curaciones extraordinarias que tienen lugar allí o que de alguna manera se deben a la intercesión de la Virgen de Lourdes. Hasta la fecha, casi 7000 curaciones extraordinarias en Lourdes y 66 milagros han sido reconocidos por la Iglesia. Estos son los datos que recoge, en un informe especial, el último número de la revista «Lourdes-Magazin», boletín del santuario francés.
El primer caso data del 1 de marzo de 1858. Se trata de Catherine Latapie, quien tenía la mano derecha paralizada a causa de la caída de un árbol. Movida por una inspiración divina, se levanta a las tres de la mañana y se dirige a la gruta. Llega, se arrodilla y reza. Después, baña su mano en el pequeño hilillo de agua todavía fangosa que sale de la fuente que Bernardette ha excavado tres días antes siguiendo indicaciones de la Virgen. Inmediatamente sus dedos se enderezan y recobran la flexibilidad. Esa misma tarde da a luz a su tercer hijo, Jean-Baptiste, que en 1882 será ordenado sacerdote.

Un largo proceso médico

El caso más reciente es el de Jean-Pierre Bély. Aquejado de una esclerosis en placas desde 1972, queda totalmente inválido. En 1987, en un estado deplorable va a Lourdes con una peregrinación del Rosario. Después de recibir la Unción de enfermos, al tercer día, siente una profunda paz interior. Empieza a sentir que recupera la sensibilidad pero no se atreve a nada. Por la noche oye una voz interior que le repite «levántate y anda». Jean-Pierre obedece y, desde entonces goza de perfecta salud.
Entre estos dos casos, otros 64 han sido reconocidos como milagrosos, aunque, como señala el Dr. Patrick Theillier, «estas curaciones reconocidas como milagrosas son solo una muestra, un espécimen, prototipos de todas las demás no reconocidas». En la oficina que él dirige esperan otras 6.800 curaciones extraordinarias. La Iglesia no lo pone fácil. Se trata de una verdadera carrera de obstáculos. Cuando un caso llega a la oficina, se parte del testimonio de la persona curada que reconoce un significado espiritual a la transformación física que ha sufrido y lo atribuye a la Virgen de Lourdes. Después se inicia un largo proceso médico, en el que participan también especialistas no creyentes. Para que un caso sea considerado milagroso es necesario que la persona padeciera una patología establecida médicamente y grave y que, el retorno a un estado de salud completo y duradero sea repentino e inexplicable. Entre las personas curadas se encuentran de todas las edades y estratos sociales. El más joven es un niño de dos años, Justin Bouhort. Enfermo desde su nacimiento, está inválido y presenta un grave retraso en su crecimiento. Su madre, confiando en la promesa de la Virgen lo lleva a la gruta y lo baña en las aguas heladas de la fuente. La gente que la rodea le grita diciendo que va a matar a su hijo. La madre lo retira y vuelve a su casa. El niño respira con dificultad. Cuando todos esperan lo peor, el niño se duerme plácidamente y, durante los días siguientes, se repone y anda. Justin asistirá a la canonización de Bernardette el 8 de diciembre de 1933 en Roma.
Muchas de las curaciones milagrosas van acompañadas de transformaciones interiores. De hecho, el gran milagro de Nuestra Señora de Lourdes para muchos, aunque la ciencia no pueda dar cuenta de ellos, es la recuperación de la fe. 2003-12-03 – LA RAZÓN-Esp.

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«Plegaria», «Penitencia», «Perseverancia»: en estas tres «pes» las condiciones para llevar a cabo provechosamente una peregrinación.

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Proclamado el milagro número 67 oficialmente reconocido en Lourdes.

Experimentado por una italiana que padecía una malformación cardiaca

ROMA, lunes, 14 de noviembre de 2005 - El arzobispo de Salerno, sur de Italia, monseñor Gerardo Pierro proclamó oficialmente el 11 de noviembre la «curación milagrosa» de una mujer, que hoy tiene 90 años, acaecida en Lourdes en 1952.

Se trata del «milagro» número 67 oficialmente reconocido por la Iglesia católica acaecido en la ciudad francesa de las apariciones de la Virgen María.

La enferma, Anna Santaniello, sufría desde su infancia una malformación cardiaca, declarada incurable por los médicos. Al cumplir los cuarenta años, su estado de salud empeoró gravemente y, a pesar del parecer contrario de los médicos y de su familia, decidió viajar a Lourdes.

Esta malformación le impedía caminar y hablar claramente. Asimismo, le causaba cianosis en la cara y edemas en las extremidades inferiores.

Según ha explicado al diario de «La Città» de Salerno, «ya casi no lograba respirar y le dije a mi hermano que mi último deseo era ir a Lourdes», a donde llegó «viva aunque en camilla».

Las religiosas la introdujeron en la piscina y «el agua estaba helada --cuenta--, pero sentí inmediatamente algo que hervía en el pecho, como si me hubieran restituido la vida. Después de pocos segundos, me levanté con mis propias fuerzas y comencé a caminar, rechazando la ayuda de los camilleros, que me veían con incredulidad».

Al regresar a casa, pidió consulta a un ilustre cardiólogo de aquella época, quien «me dijo que no tenía nada, que estaba sanísima y que no podía explicarse todo los certificados y exámenes hechos precedentemente».

Anna Santaniello ha vuelto en otras ocasiones a Lourdes para ofrecer su servicio como voluntaria en la ayuda a los enfermos.

En la ceremonia de proclamación del milagro, en el seminario metropolitano «Juan Pablo II» en Pontecagnano, participó Anna Santaniello, acompañada por sus familiares y amigos. ZS05111408

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67 milagros reconocidos por la Iglesia - LOURDES

Desde que tuvieron lugar en 1858 las apariciones de la Virgen de Lourdes, 63 curaciones han sido reconocidas por expertos (de diferentes convicciones religiosas) como científicamente inexplicables, y por la Iglesia católica como auténticos milagros.
El dato fue confirmado a Alfa y Omega por el doctor Patrick Theillier, médico responsable de la Oficina Médica de Lourdes. En virtud de este cargo, encomendado por el obispo de Tarbes-Lourdes, debe examinar a las personas que consideran haber experimentado un milagro atribuido a la intercesión de la Virgen de Lourdes.
«Lourdes es el único lugar, fuera del Vaticano, con una Oficina Médica (creada en 1883) en la que se examinan curaciones inexplicables», afirma. Y revela que «el Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL), comité de consulta compuesto por unos veinte miembros permanentes, médicos de hospitales procedentes de toda Europa, se reúne una vez al año para examinar los dossieres más serios».
«Hay que distinguir el aspecto científico del espiritual –añade–. La curación debe superar las leyes conocidas de la evolución de la enfermedad, y la persona que ha experimentado el milagro debe reconocer, además, el significado espiritual del acontecimiento».
«Para que pueda ser reconocida como milagrosa –continúa–, la curación debe responder a siete criterios. Es necesario comprobar la enfermedad, que debe ser grave, con un pronóstico fatal. La enfermedad debe ser orgánica, o producida por lesiones. Ningún tratamiento puede estar en el origen de la curación. Ésta debe ser repentina, instantánea. Por último, la reanudación de las funciones debe ser completa, sin convalecencia, y debe ser duradera».
«Por este motivo, el reconocimiento de los milagros lleva varios años –concluye–. Una vez que lo hemos reconocido, la curación es publicada por el obispo de la diócesis en la que reside la persona que ha experimentado el milagro». 2004-08.15 France

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¿Para qué sirven los milagros?

2 Reyes 5,14-17; 2 Timoteo 2, 8-15; Lucas 17, 11-19 - Mientras Jesús estaba de camino a Jerusalén, a la entrada de un pueblo le salieron al encuentro diez leprosos. Parándose a distancia, le dijeron en voz alta: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Jesús se apiadó de ellos y les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Durante el trayecto, los diez leprosos se descubrieron milagrosamente curados. También la primera lectura refiere una curación milagrosa de la lepra: la de Naamán el sirio por obra del profeta Eliseo. Es clara, por lo tanto, la intención de la liturgia de invitarnos a reflexionar sobre el sentido del milagro y en particular del milagro que consiste en la sanación de la enfermedad.

Digamos ante todo que la prerrogativa de hacer milagros se cuenta entre las más atestiguadas en la vida de Jesús. Probablemente la idea dominante que la gente se había hecho de Jesús, durante su vida, más aún que la de que fuera un profeta, era la de ser uno que hacía milagros. Jesús mismo presenta este hecho como prueba de la autenticidad mesiánica de su misión: «Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan» (Mateo 11, 5). No se puede eliminar el milagro de la vida de Jesús sin deshacer toda la trama del Evangelio.

Junto a los relatos de milagros, la Escritura nos ofrece también los criterios para juzgar su autenticidad y su objetivo. El milagro nunca es, en la Biblia, un fin en sí mismo; menos aún debe servir para ensalzar a quien lo realiza y poner al descubierto sus poderes extraordinarios, como casi siempre sucede en el caso de sanadores y taumaturgos que hacen publicidad de sí mismos. Es incentivo y premio de la fe. Es un signo y debe servir para elevar a un significado. Por esto Jesús se muestra tan entristecido cuando, después de haber multiplicado los panes, se da cuenta de que no han entendido de qué era «signo» (v. Marcos 6, 51).

El milagro aparece, en el propio Evangelio, como ambiguo. Se ve en unas ocasiones positivamente, en otras negativamente. Positivamente cuando es acogido con gratitud y alegría, suscita fe en Cristo y abre a la esperanza en un mundo futuro ya sin enfermedad ni muerte; negativamente cuando es solicitado, o incluso exigido, para creer. «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?» (Juan 6, 30). «Si no veis señales y prodigios no creéis», decía con tristeza Jesús a quienes le escuchaban (Juan 4, 48). La ambigüedad continúa, bajo otra forma, en el mundo de hoy. Por un lado hay quien busca el milagro a toda costa; está siempre a la caza de hechos extraordinarios, se detiene en ellos y en su utilidad inmediata. En el lado opuesto, hay quienes no dejan espacio alguno al milagro; lo contemplan hasta con cierta molestia, como si se tratara de una manifestación inferior de religiosidad, sin darse cuenta de que, de tal manera, se pretende enseñar a Dios mismo qué es o no la verdadera religiosidad.

Algunos debates recientes suscitados por el «fenómeno padre Pío» han evidenciado cuánta confusión existe aún acerca del milagro. No es verdad, por ejemplo, que la Iglesia considere milagro todo hecho inexplicable (¡de estos, se sabe, está lleno el mundo y también la medicina!). Considera milagro sólo aquel hecho inexplicable que, por las circunstancias en las que ocurre (rigurosamente comprobadas), reviste el carácter de señal divina, esto es, de confirmación dada a una persona o de respuesta a una oración. Si una mujer, de nacimiento sin pupilas, en cierto momento empieza a ver, aún sin pupilas, esto puede ser catalogado como hecho inexplicable, pero si sucede precisamente mientras se confiesa con el padre Pío, como de hecho ocurrió, entonces ya no basta hablar sencillamente de «hecho inexplicable».

Nuestros amigos «laicos», con sus actitud crítica ante los milagros, ofrecen una contribución preciosa a la fe misma, porque se muestran atentos a las falsificaciones fáciles en este terreno. Sin embargo también aquellos deben contemplarse desde una aproximación acrítica. Es igual de equivocado creer a priori en todo lo que circula como milagroso como rechazar a priori todo, sin tomarse siquiera la molestia de examinar sus pruebas. Se puede ser crédulos, pero también... incrédulos, que no es [una actitud] tan distinta.

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19.09.2005, como ocurre regularmente en el día

de San Genaro.It. licuación de su sangre.

¿Qué es un santo en la tradición de la Iglesia?

Los protestantes (y musulmanes a veces) acusan a los católicos y ortodoxos de "adorar a los santos".

Los católicos y ortodoxos responden que sólo rinden adoración (latría, en griego) a Dios.

A los santos, sin embargo, se les venera. La veneración (dulía, en griego) es honrar, recordar e imitar. Eso es lo que la Iglesia católica y la ortodoxa hacen desde los tiempos de los mártires romanos: honrar a sus muertos, celebrar sus vidas y ponerlos como ejemplo. También se puede hacer -sin motivación religiosa- con héroes nacionales, antepasados respetados en tu familia... y no por eso se considerará que les rindes culto como a Dios. Un ateo puede honrar, venerar y poner como ejemplo a Pasteur, a Ramón y Cajal...

Un añadido especial es que los cristianos creen que los muertos "no están muertos", sino que al menos algunos están vivos junto a Dios. Cuando la Iglesia católica "beatifica" a alguien está proclamando de forma infalible que esa persona está con Dios. Y a alguien que está vivo (aunque sea en el Cielo... ¡más aún si está en el Cielo, de hecho!), le puedes pedir que rece por ti. Esto se llama intercesión.

Los protestantes ven bien que le digas a tu pastor, probablemente un hombre bueno y justo, reza por mí. Lo que no ven bien es que se lo pidas después de muerto. Es decir; cuando precisamente el católico considera que "vive ya en presencia de Dios".

En la Biblia muchas veces se pide a "gente especial" (los profetas, por ejemplo) que intercedan por el pueblo, por los pecadores. El rey Sedequías se lo pide a Jeremías (Jer 37,3) y todo el pueblo implora que interceda (Jer 42,1-6). Los ángeles son intercesores e intermediarios entre Dios y los hombres continuamente como vemos en la Biblia.

En Baruc 3,4 el profeta pide a Dios: "escucha las oraciones de los muertos de Israel". Es decir, que los muertos rezan, o sea, hablan con Dios y le piden por los vivos. En 2 Macabeos 15, 12-16, Onías y Jeremías, que llevan siglos muertos, rezan por el pueblo de Israel. Lo que pasa es que los protestantes no aceptan como palabra de Dios el segundo libro de Macabeos.

Que hay que honrar a los hombres sabios, virtuosos, que nos precedieron en la fe, lo pide el Antiguo y Nuevo Testamento en infinidad de ocasiones. Pide también que al recordarlos y celebrarlos (la idea "haced memoria, conmemorad" no pide sólo un recuerdo intelectual, sino celebrativo) copiemos su ejemplo, los imitemos.

Así se puede ver en 1 Cor 4,16, en 1 Cor 11,1 ("imitadme como yo imito a Cristo"; Pablo ya murió, pero sigue siendo bueno imitarle), en Fil 3,17; en 1 Tes 1,6; en Hebreos 13,7; en Santiago 5,10-11 (imitar a los profetas, a Job...)

Desde muy antiguo los cristianos asumieron que las reliquias corporales de hermanos que eran asesinados por su fe ayudaban a celebrar su aniversario, inspirar su ejemplo y participar de su presencia ante Dios. Así, en el "Martirio de Policarpo" 17,18 (del año 157 d.C., Policarpo fue discípulo de San Juan, y maestro de San Ireneo) dice:

"Tomamos sus huesos, como si fuesen más preciosos que las joyas más exquisitas, y más purificados que el oro, y los depositamos en un sitio adecuado en el que reunidos nosotros cuando la oportunidad lo permite, con gozo y alegría, el Señor nos permitirá celebrar el aniversario de su martirio, tanto en memoria de aquellos que ya han acabado su carrera, como para ejercitarnos y prepararnos los que aún seguimos sus pasos".

Pedir a los santos ayuda es común en los primeros cristianos. Hipólito de Roma, escribiendo sobre el profeta Daniel (Sobre Daniel, 11,30), dirige en el año 204una oración a los jóvenes que caminaban por el fuego, que murieron siglos antes: "Acordaos de mí, os lo suplico, para que pueda alcanzar con vosotros el mismo destino del martirio".

San Agustín recuerda (en el año 400, en Contra Fausto, 20,21) que rendir culto de adoración es hacer ofrendas a un dios, y que los cristianos solo llevan las ofrendas a Dios, aunque el altar esté construido recordando a un santo:

"Es cierto que los cristianos rinden honor a la memoria de los mártires, tanto para animarnos a imitarlos como para participar en sus méritos y pedir que nos ayuden con sus oraciones. Pero no construimos altares a los mártires sino al Dios de los mártires, aunque sea en la memoria de los mártires. Nadie que oficie en el altar de un lugar con santos enterrados dice "te traemos una ofrenda, oh Pablo, oh Pedro, oh Cipriano..." La ofrenda se hace a Dios, que dio la corona del martirio, aunque sea en memoria de los así coronados. La emoción aumenta por las asociaciones que despierta el lugar, el amor se excita hacia los que son ejemplo para nosotros, y hacia Aquel por Quien podremos seguir estos ejemplos. Sentimos por los mártires el mismo afecto íntimo que hacia los hombres santos de Dios en esta vida cuando sabemos que sus corazones están preparados para resistir el mismo sufrimiento por la verdad del evangelio. Hay más devoción en nuestro sentgimiento hacia los mártires porque sabemosq ue su lucha acabó, y que podemos hablar con mayor confianza en alabanza de aquellos que ya están victoriosos en el cielo que de aquellos que aún combaten aquí".

Por lo tanto, la veneración a los santos, imitarlos y pedir su intercesión es algo que nace de la Biblia y de los primeros cristianos. Este es el sentido que tiene recordar, venerar, imitar y pedir al intercesión de los 498 mártires españoles del siglo XX, hoy, como en tiempos de San Agustín, hace 16 siglos.

Respecto a la otra protesta de César Vidal y otros protestantes, la de "ir a lugares" a pedir milagros, curaciones, etc... o acudir a personas concretas... ¿va en contra de lo que Jesús pedía, "una adoración en Espíritu y en verdad -Juan 4, 21-24"?

Que hay gente que rezando provocan más milagros (al menos del tipo que se pueden ver) no contradice nada en la doctrina cristiana. En el ámbito católico son famosos el padre Emiliano Tardiff (que ya murió), Sor Bridget McKenna, el padre DeGrandis, el salesiano indio James Manjackal... En el Reino Unido la comunidad católica Cor et Lumen Christi está "especializada" en organizar "rallies de milagros".

Dios hace los milagros, y perfectamente puede usar a algunos cristianos (ya muertos o aún vivos) para hacer más a través de ellos. Recuerda San Pablo -en 1 Cor 28-, que en la Iglesia los hay que son profetas, apóstoles, maestros... y "otros con poder para hacer milagros, otros para sanar, otros para hablar en lenguas o interpretarlas... "¿Acaso todos son maestros? ¿O todos hacen milagros? ¿O todos tienen el don de sanar?", pregunta.

Por lo tanto, ir a un hermano con fama de hacer milagros a pedir su oración no es bíblicamente más absurdo que ir a un hermano con fama de explicar bien la doctrina a pedirle formación o que resuelva dudas. (Otro tema es si la fama corresponde a la realidad de esa persona y es verdad que pueden darse abusos, pero no sólo con los milagros, sino con todos los otros carismas, incluyendo los de enseñanza, predicación, apostolado, etc...).

En cuanto a "ir a lugares" especiales, "doctores" tendrán los evangélicos para discernirlo (si lo permite "Sola Scriptura"), pero hoy por hoy incluso los pentecostales más "milagreros" acuden a donde esté el "pastor con don de sanación", y no a lugares con fuentes o piscinas o piedras donde invocar el poder de Dios (como sí se hace en los santuarios católicos y ortodoxos... lo cual no es incoherente si se reza a Dios, y no "al lugar").

Cabe recordar que hay muchos lugares religiosos (incluso no cristianos) donde se habla de milagros. Pero sólo en Lourdes hay una oficina médica permanente, independiente, con médicos no creyentes o claramente ateos, llevando desde hace más de un siglo un control sistemático de curaciones inexplicables. En este caso al menos, concentrarse en un "lugar" ayuda a verificar los milagros.

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=8662
tomado de: http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2430


EL TOP 15 DE LOS MILAGROS
Luego de analizar cerca de 389 milagros aprobados por el Vaticano, el escritor y periodista italiano Saverio Gaeta escogió los 15 que consideró los más bellos e interesantes y los ilustró en su libro titulado Milagros. Cuando la ciencia se rinde.

Por: KELLY VELASQUEZ 8 de octubre de 2004

Gaeta, jefe de redacción de la revista Familia Cristiana, tuvo acceso a la documentación de la Congregación Vaticana para la Causa de los Santos, y durante más de dos años leyó, investigó y consultó los textos oficiales. Son milagros aprobados por la Iglesia Católica durante los 26 años de pontificado de Juan Pablo II, y varios de ellos ocurrieron en América Latina.

Leí todos los milagros, uno por uno. Después seleccioné entre 70 y 80 casos cuya historia podía ser entendida por gente no especializada y los escogí por categoría, por lugar geográfico y si había fotografías, porque estas constituyen una prueba concreta, aplastante , sostiene Gaeta, autor de numerosos libros sobre argumentos católicos, entre ellos uno sobre Los secretos de Madre Teresa.

De América Latina En el libro sobre milagros, Gaeta incluye varios casos ocurridos en México, Colombia, Brasil y Chile. Son países donde existe aún la humildad para pedir un milagro, la gente está más dispuesta y no como en Europa , comentó.

Unidos por el hecho de constituir casos inexplicables desde el punto de vista científico y racional, entre los milagros más bellos aprobados por el Papa figura el del mexicano Juan José Barragán, quien está sano y salvo después de que se arrojó desde un apartamento a diez metros de altura fracturándose el cráneo contra el cemento. Todo gracias al santo Juan Diego, el indio Cuauhtlatoatzin , santificado por el Papa en México en el 2002.

Otro milagro sorprendente es el de una mujer, también mexicana, cuya esterilidad había sido comprobada por motivos genéticos, que dio a luz un hijo y volvió a quedar estéril. Gracias a ese milagro fue beatificado en 1995 el misionero mexicano Rafael Guizar Valencia.

También figura el caso de una brasileña embarazada sin contar con el líquido amniótico desde la decimosexta semana, quien logró la proeza gracias a la intercesión de la santa italiana Gianna Beretta Molla, una médica que prefirió no abortar y llevar adelante su cuarto embarazo pese al cáncer, canonizada en mayo del 2004.

Radiografías, esquemas de las lesiones radiológicas, certificados médicos e historias clínicas son reproducidas como pruebas para demostrar que se trata de historias extraordinarias, logradas solo por la intercesión de beatos y santos.

Escribir este libro fue para mí un desafío, ya sea con los escépticos o con los creyentes. Es la prueba de que alguien puede ir más allá de las leyes de la naturaleza , sostiene el escritor.

EL MILAGRO COLOMBIANO Saverio Gaeta narra el milagro de una niña colombiana de Medellín, que tras ser atravesada por una bala disparada por un narcotraficante, a la altura de la espalda, volvió a caminar y a correr.

A Natalia Andrea García Mora, que en 1993 cuando le dispararon tenía 8 años, la salvó la santa española Paola de San José Calasanz, fundadora de una comunidad religiosa que trabajaba en el barrio Blanquizal, donde residía la niña.

Gracias a una novena dirigida a la española, que se concluía siempre con te rogamos por la rápida curación de Natalia , la joven recibió el milagro, documentado en el Vaticano, tras haber consultado neurólogos y traumatólogos, quienes concluyeron que su rápida curación es inexplicable científicamente .

La santa fue canonizada el 25 de noviembre del 2003 y beatificada en 1994.

FOTO/AFP El escritor italiano Saverio Gaeta posa en el balcón de la publicación Familia Cristiana , cerca al Vaticano, mientras sostiene en sus manos el libro de su autoría.

Tomado de: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1573908











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